martes, 2 de noviembre de 2010

"El Tiempo"

Hasta dónde es responsabilidad del arquitecto pensar en el factor tiempo? Sobre todo en un lugar como México, en donde los edificios públicos son abandonados a su suerte después de la foto inaugural y poco interesa su mantenimiento.

En días pasados visité el Centro Nacional de las Artes, ejemplo claro de todas las cosas que pueden salir mal cuando no se toman en cuenta los tiempos. Desde su gestación, los tiempos planteados para la generación del proyecto fueron precarios (sobre todo para lo que se pretendía de éste), muchos de los edificios fueron construidos a partir únicamente del anteproyecto y esto se nota en la poca maduración de las ideas arquitectónicas ahí plasmadas.


Es evidente el poco tiempo que se dieron los arquitectos para ver el plan maestro y generar la idea de un conjunto, pero mucho más preocupante y evidente, el que nadie haya tomado siquiera en consideración el factor más importante, el "mantenimiento". Edificios tornados a su suerte por los usuarios (y encargados) que con poca idea y mucha necesidad, instalan "changarros" en los lobbys, colocan parasoles de periódico para controlar los mal planteados asoleamientos, utilizan las terrazas como bodegas, cosas que ponen en claro la poca preocupación que se tiene por el usuario o visitante.

Por qué diseñar pseudo edificios de primer mundo con materiales que no están adaptados y probados en la región?, sobre todo si sabemos que van a ser abandonados, que la madera en los parasoles tiene un tiempo de caducidad, que los metales se corroen con el tiempo y la humedad y que los políticos hacen poco o nada por procurar un periodo de vida saludable de estos edificios.


Y al fondo como un guerrero solitario, como ese mexicano que sabe que lo van a dejar colgado de la brocha y lleva sus tortas al mitin, vi la Escuela Nacional de Música, obra del arquitecto Teodoro González de León y que siendo sinceros, tanto critiqué en su momento, porque a mi manera de ver se había quedado corto para los tiempos arquitectónicos que vivíamos en ese ya lejano 1994. El arquitecto inmune a las críticas generales y tras varias décadas que lo avalan en el sector público, construyó su coloso monolítico que mira al tiempo adaptándose y envejeciendo con una dignidad que sólo los que han sido abandonados a su suerte conocen.


Sólo el tiempo le dio la razón a Teodoro González de León.




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